jueves, 2 de abril de 2009

Quinta reseña: 3. LA VIRTUALIZACIÓN DEL TEXTO.

3. LA VIRTUALIZACIÓN DEL TEXTO.

 

I. LA LECTURA, O LA ACTUALIZACIÓN DEL TEXTO.

En este aparte, Pierre Lévi comienza diciendo que el texto es un objeto virtual.  El texto, entonces, no es concreto y no depende de ningún soporte.  Y como lo virtual tiende hacia lo actual, el texto se actualiza en versiones, traducciones, ediciones, ejemplares y copias.  Es un proceso de actualización que continúa cuando damos nuestra propia interpretación del texto, según nuestras propias circunstancias.

En este punto, entonces, hay que dar una primera revisión al primer capítulo del libro, intitulado como: ¿Qué es lo virtual? para entender mejor la diferencia entre los conceptos de “actualización” y “realización”, que el autor presupone pero no explica de manera detallada en el tercer capítulo que estamos estudiando. 


1. Paso de lo posible a lo real: realización.

1.1 Sucede que la realización es el proceso según el cual se pasa desde lo posible a lo real.  Pero, ¿qué es lo posible? Es lo que podría darse en la realidad, pero aún no se ha dado en ella.  Es decir, siendo idéntico a lo real, lo posible es como algo real fantasmagórico, a lo cual le falta la existencia.  Junto a esto, una característica principal de lo posible es que ya está constituido, pero se mantiene en el limbo.  O sea, cuando llegue a realizarse, nada cambiará en su determinación ni en su naturaleza. Para dar más claridad, en términos kantianos, lo posible es similar a un juicio analítico a priori.  ¿Por qué? Resulta que, por ejemplo, la idea de triángulo -aunque todavía no se haya dado el triángulo en la realidad, es decir, aunque el triángulo aún no tenga existencia-, de todos modos lleva en su enunciado la determinación de que el triángulo tendrá tres lados y nunca cuatro (o si no, sería un cuadrilátero).

1.2 Ahora bien, ¿qué es lo real? Lo que antes era apenas posible, porque aún no existía, pero que ahora sí existe.  Es aquello que ya está dado, y lo está de una forma determinada, no de otra.  Por ejemplo, el agua moja y no es posible que no moje.  Y antes de definir el concepto de “actualización”, vale la pena decir que, partiendo de la diferencia que hay entre la realización -que es la ocasión de un posible predefinido-, y la actualización -que es la invención de una solución exigida por una problemática compleja-, aunque algo que esté en acto, no es lo mismo que lo real, por más que, como lo real, también exista.  Teniendo en cuenta dicha diferencia, lo actual es una respuesta a una problemática compleja (lo virtual), mientras que lo real es la concretización de lo posible, lo cual, en vez de ser una problemática compleja, ya está definido, ya tiene en sí mismo las características de cómo va a ser en la realidad. 

 

2. Paso de lo virtual a lo actual: actualización.

¿Qué es, por consiguiente, la actualización? Como ya se dijo, es la solución a un problema, solución que no se contenía en el enunciado de dicho problema.  En términos kantianos, la actualización tiene que ver con el juicio sintético (a posteriori), porque la solución no se contenía en el enunciado, como en el caso del concepto “triángulo”, por ejemplo.  Así, la actualización es como la solución al siguiente enunciado: “figura geométrica”.  Puede que, por ejemplo, la figura geométrica que esté en la actualidad sea la del exágono, y no la del triángulo. 

2.1 Por eso el exágono ya estaba virtualmente presente en el enunciado de “figura geométrica”, pero no era la única figura geométrica que también estaba virtualmente presente en dicho enunciado (y así se responde parcialmente la pregunta implícita: ¿qué es lo virtual?).  Esto, porque también podía actualizarse o darse en la actualidad un círculo o un cuadrado o cualquier figura que encajara, que hiciera parte, del enunciado: “figura geométrica”.  Había múltiples figuras virtuales (no posibilidades) en el caso del enunciado: “figura geométrica”: triángulos, círculos, etc., pero la actualización requería de una sola de esas figuras, pues no puede haber en la actualidad algo así como un exágono (y un) cuadrado al mismo tiempo, pues, o tiene seis lados o cuatro (a no ser que el cuadrado esté dentro del exágono, pero en ese caso serían dos figuras distintas, que podrían separarse, coexistir independientemente la una de la otra). 

2.2 Y estamos hablando de figuras virtuales, a partir de las cuales el proceso de actualización involucró solamente a una.  No estamos hablando de múltiples posibilidades, porque las posibilidades ya tienen determinaciones que, de todas maneras, se darán cuando se realicen.  Así, por ejemplo, hablando de la posibilidad, existe fantasmagóricamente el triángulo.  Dicha figura geométrica posible también tendrá tres lados cuando se realice (en la realidad, no en la actualidad).  Podrá ser chiquito o grande.  Podrá tener color rojo o verde o violeta o… Pero, a pesar de todas estas posibilidades, el triángulo se dará en forma de triángulo.  No habrá ningún problema en su realización, no existirá la más mínima posibilidad de que se presente un pentágono, por ejemplo, así como una manzano no puede dar peras.  Y esto, a diferencia de la figura geométrica virtual, que en su actualización (no en su realización) podrá expresarse en forma de cuadrado o triángulo o…, aunque únicamente se dé una figura geométrica en la actualidad: el pentágono y no el exágono, por ejemplo (y así se responde parcialmente la pregunta implícita: ¿qué es lo actual?).

Entonces, la diferencia principal entre una posibilidad y una actualización, es que la posibilidad se trata de cosas simples, que serán en la realidad de la misma manera como ya lo son en ese plano irreal, fantasmagórico, en ese limbo del cual nos habla Pierre Lévi.  Mientras que la actualización se trata de cosas complejas, de algo más que una simple posibilidad, de toda una problematización que no se expresa en lo estático de un triángulo de, obviamente, tres lados, sino en la multiplicidad dinámica de las diversas figuras geométricas que encajan en dicho concepto (el de “figura geométrica”).  Como lo dice Pierre Lévi: “La actualización [a diferencia de lo posible] es creación, invención de una forma a partir de una configuración dinámica de fuerzas y finalidades [es decir, es una forma que se da a partir de lo  virtual].  Es distinto a asignar una realidad a un posible o a la elección entre un conjunto predeterminado: una producción de cualidades nuevas, una transformación de las ideas, una verdadera conversión que, por contrapartida, alimenta lo virtual” (énfasis agregado).[1]

Con base en esto, se puede entender el siguiente párrafo de Lévi: “Hablo de actualización respecto a la lectura y no de la realización, que es el resultado de una selección entre posibles preestablecidos.  Ante la configuración de estímulos, de obligaciones y de tensiones que propone el texto, la lectura [en tanto actualización] resuelve el problema del sentido de manera inventiva y siempre singular.  La inteligencia del lector construye encima de las páginas lisas un paisaje semántico móvil y accidentado.  Analicemos en detalle este trabajo de actualización” (énfasis agregado).[2] Y esto último es lo que vamos a hacer de ahora en adelante.

 

3. Leer o escuchar un texto.

Leer o escuchar un texto es actualizarlo.  Al comenzar el proceso de actualización, nos damos cuenta que el texto está lleno de huecos, de palabras que no entendemos.  Esto porque hay expresiones que son como fragmentos que no están juntas y que no integramos de buenas a primeras a las demás expresiones del texto, razón por la cual las pasamos de largo.  Por eso leer o escuchar un texto es desleerlo. 

3.1 Leer o escuchar un texto es, en primer lugar, arrugarlo y replegarlo sobre sí mismo.  En ilación con lo anterior, pensemos en una hoja de papel, en una cuartilla.  Nos dicen que esa hoja de papel es un barco.  Pero nosotros no lo vemos así, sólo vemos una hoja de papel sembrada de blancos.  Todo es blanco, el barco es incomprensible para nosotros, pues no lo vemos.  Pero, entonces, alguien, bien sea el escritor o el editor del texto, nos da las instrucciones para hacer el barco.  Es ahí cuando comenzamos a realizar los dobleces, los pliegues.  En ese sentido, no lo arrugamos, como si cogiéramos la hoja y la estrujáramos entre nuestras manos, para hacer una bola de papel, sino que lo replegamos, le hacemos los ya mencionados dobleces, y, entonces, el barco va cogiendo forma, razón por la cual comenzamos a verlo.  Los textos son como hojas en blanco, y leerlos o escucharlos es como comenzar a armar el barquito.  Como dice Pierre Lévi: “Relacionamos entre sí los pasajes que se corresponden. Cosemos juntas las partes dispersas, extendidas, divididas sobre la superficie de las páginas o en la linealidad del discurso: leer un texto es reencontrar los gestos textiles que le han dado su nombre”.[3]

Y esto que acabamos de explicar no es otra cosa que lo que ya habíamos entendido, cuando vimos las diferencias entre lo posible y lo real, por un lado, y lo virtual y lo actual, por el otro.  El texto no es posible ni real, recordémoslo, pues, Pierre Lévi, desde el comienzo del tercer capítulo que estamos estudiando, nos dijo que: “El texto, desde sus orígenes mesopotámicos, es un objeto virtual, abstracto, independiente de tal o cual soporte particular” (énfasis agregado).[4] Así, esos pliegues o dobleces (arrugas que le hacemos a la hoja de papel para poder encontrar el barco) están ya presentes, virtualmente, en la hoja de papel, en donde el barco nos parece incomprensible, porque no lo vemos.  A pesar de esa ceguera nuestra, de esa ignorancia, el barco está virtualmente presente, mediante las instrucciones que nos va a dar o nos está dando el escritor o el editor de ese barco llamado texto.  “Los pasajes del texto mantienen, virtualmente, una correspondencia, casi una actividad epistolar, que actualizamos mal que bien, siguiendo o no las instrucciones del autor.  Carteros del texto, viajamos [en nuestro barco de papel] de una orilla a la otra del sentido con la ayuda del sistema de direcciones e indicadores marcado por el autor, el editor, el tipógrafo” (énfasis agregado e incrustación al texto agregada). 

¿Y qué puede pasar si no obedecemos esas órdenes que nos da el escritor o el editor? Si tomamos atajos, si editamos pliegos prohibidos, si formamos redes secretas o clandestinas, sencillamente nos va a quedar otra cosa menos un barco de papel.  Al hacer emerger otras geografías semánticas distintas a las propuestas por el autor del texto, o su editor, vamos a tener un texto completamente distinto.  Pero, ¿acaso no es eso lo que hacemos siempre cuando leemos o escuchamos un texto? En el siguiente ítem revisaremos esto.

3.2 Leer o escuchar un texto es, en segundo lugar, fragmentarlo, pulverizarlo, según nuestra propia subjetividad.  Por ahora, el caso es que al seguir las instrucciones, al hacer los dobleces en pro de la construcción del barco de papel llamado texto, es que desplegamos su sentido.  No hay sentido, éste no se encuentra en ningún lado, antes de nuestra lectura del texto.  ¿Qué sentido tiene una hoja blanca de papel?, ¿es la hoja de papel un barco de papel? No.  Al fabricar el barquito, es decir, al actualizarlo mediante nuestra lectura del texto, es que le encontramos sentido a esa hoja de papel: ya no es una simple hoja de papel, pues ahora es un barco que comienza a develarse, a mostrarse, a descubrirse, a hacerse patente.  Pero, como se dijo en el párrafo anterior, no siempre encontramos el sentido del texto, porque cuando lo leemos o lo escuchamos, también nos hacemos los locos con las instrucciones del autor o del editor, porque pensamos a la luz de nuestras presuposiciones, de lo que hemos aprendido a lo largo de la vida.  Como diría Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher en su Hermenéutica, luego de leer un texto, tratando de hacer una reconstrucción histórica y divinatoria, objetiva y subjetiva, buscando entender el texto mejor que quien lo escribió, construyendo lo finito y determinado (lo posible) a partir de lo infinito y lo indeterminado (lo virtual), en fin, al estar pasando por el momento gramatical de la interpretación de un texto, viene simultáneamente el momento sicológico de la interpretación.  Y pasamos por este momento no sólo buscando analogías entre la vida de la persona que escribió el texto y nuestra propia vida, sino también, y sobretodo, como ya se había mencionado, buscando analogías entre el texto y lo que sabemos acerca del mundo.

Entonces, al comenzar a doblar la hoja de papel, para construir objetivamente el barco (momento gramatical de la interpretación), de repente nos acordamos del barco que vimos en la película Titanic, o de la lanchita que montamos en el parque Simón Bolívar.  También nos acordamos que el barco es un medio de transporte, y entonces lo relacionamos con el carro, el bus, el avión, hasta con el e-mail.  Nuestra mente vuela y… ¿el texto? “Esta vez, el texto ya no está arrugado, recogido sobre sí mismo en una bola, sino fragmentado, pulverizado, distribuido, evaluado según los criterios de una subjetividad que surge de sí misma”.[5]

Este proceso de actualización del texto mediante la lectura o la escucha del mismo, actualización dada en dos momentos diferentes, pero, a menudo, simultáneos, nos recuerda otras palabras propias de la Hermenéutica, que debe tanto a la Teología, a saber: la exégesis y la eiségesis.  La palabra griega: ἐξηγεῖσθαι, exegesis, significa, literalmente: guiar hacia afuera, y, por extensión: extraer (o sacar) el significado de un texto dado.  Así, la exégesis tiene que ver con el momento gramatical de la interpretación, con el seguir las instrucciones del escritor o el editor del texto, para poder doblar la hoja de papel hasta encontrar el sentido del barco.  El proceso inverso es el de la eiségesis.  Ésta no es una palabra que realmente haya existido en Griego, sino un neologismo para, por contraste, explicar la idea de exégesis.  El caso es que dicha palabra significa: insertar o meter o poner dentro (en vez de sacar o extraer objetivamente del texto)  las interpretaciones personales en un texto dado.[6] En otras palabras, es leer en un pasaje algo que no está ahí, insertar un significado que fluye de un interés personal.[7] Es considerar al texto como un espejo en el cual queremos ver nuestra propia imagen.  O, como diría Pierre Lévi:

Del texto propiamente dicho, pronto no queda nada.  En el mejor de los casos, gracias a él habremos aportado algún retoque a nuestros modelos del mundo.  Quizá sólo nos haya servido como caja de resonancia de algunas imágenes o palabras que ya poseíamos.  A veces, habremos relacionado uno de sus fragmentos —investido de una intensidad especial— a una zona determinada de nuestra arquitectura mnemónica, y otro, a un tramo específico de nuestras redes intelectuales.  Nos habrá servido como interface con nosotros mismos.  Sólo muy raramente nuestra lectura, nuestra escucha, tendrá el efecto de reorganizar dramáticamente, como por una especie de efecto brutal de punto de equilibrio, el ovillo entremezclado de nuestro propio espacio mental (énfasis agregado).[8]

En general, la exégesis presupone un intento de ver el texto objetivamente, mientras que la eiségesis implica una visión subjetiva. 

Ahora bien, esta idea de exégesis vs. eiségesis ha pasado, por decirlo así, de moda, en el sentido de que ha caído en desuso, ya no que los/as hermeneutas no parten del principio de que hay que tratar de realizar una lectura lo más objetivamente posible.  Ese era el ideal de la vieja escuela hermenéutica.  Pero, desde el parágrafo 8 de Experiencia y juicio: Investigación acerca de la genealogía de la lógica, de Edmund Gustav Albrecht Husserl, se sabe que es imposible separarnos de nuestra subjetividad. Colocar el mundo entre paréntesis, en la reducción fenomenológica, para tratar de ver la cosa en sí, implica, de todos modos, nuestro yo.  Así, la idea de objetividad pura queda descartada.  Y, a partir de ello, Hans-Georg Gadamer va a considerar como algo muy valioso el hecho de que contemos con nuestras presuposiciones.  Es a la luz de esta nueva manera de considerar la Hermenéutica, que se ve al texto escrito u oral como un pretexto, que llega a ser texto únicamente cuando es leído por un sujeto (que trae consigo, inseparablemente, toda su subjetividad).  O, en palabras de Lévi, somos nosotros, en tanto sujetos, quienes actualizamos el texto: convertimos el pretexto en texto, aunque casi siempre el resultado de esa combinación de seguir las instrucciones del autor o del editor -para realizar los pliegues correctos que nos llevarán a encontrar el sentido del barco-, con nuestras presuposiciones, lleguen a otra cosa menos al barco: “A veces confiamos algunos fragmentos del texto a las poblaciones de signos que deambulan en nuestro interior. Estas insignias, estas reliquias, estos fetiches o estos oráculos no tienen nada que ver con las intenciones del autor ni con la unidad semántica viva del texto, [36] pero contribuyen a crear, recrear y reactualizar el mundo de significaciones que nos define”.

Así, vale la pena preguntar: ¿qué es más importante: 1) llegar al sentido objetivo del texto, de un texto que usualmente ha sido escrito por alguien que ha muerto hace muchísimos años o siglos, que vivió en otra región y que tuvo una cultura muy diferente de la nuestra, y que, por tanto, prácticamente no tiene nada que decirnos en la actualidad, o 2) crear, recrear y reactualizar, mediante la interpretación del texto (toda lectura o escucha de un texto es ya una interpretación) el mundo de significaciones que nos define; construcción del yo siempre por rehacer, siempre inacabada? Yo me inclino por la segunda opción, siguiendo a Husserl y, sobretodo, Gadamer, quien, a diferencia de Husserl, prácticamente no tiene ninguna pretensión de alcanzar la objetividad.



[1]  LÉVY, Pierre.  ¿Qué es lo virtual? Barcelona: Paidós, 1999.  p. 11

[2] Ibid., p. 25

[3][3] Ibid., p. 26

[4] Ibid., p. 25

[5] Ibid., p. 26.  “Pero mientras recogemos el texto sobre sí mismo, confeccionando, de este modo, su relación interna, su vida autónoma, su aura semántica, lo relacionamos también con otros textos, con otros discursos, con imágenes, con afectos, con toda la inmensa reserva fluctuante de deseos y de signos que nos hace ser lo que somos… Aquí, no es ya la unidad del texto lo que está en juego, sino la construcción del yo; construcción siempre por rehacer, siempre inacabada.  No es ya el sentido del texto lo que nos ocupa, sino la dirección y la elaboración de nuestro pensamiento, la precisión de nuestra imagen del mundo, el logro de nuestros proyectos, el despertar de nuestros placeres, el hilo de nuestros sueños” (énfasis agregado). Ibid., p. 26

[6] http://es.wikipedia.org/wiki/Exégesis

[7] http://www.teologia.com.es/index.php/Eiségesis

[8] LÉVI, Pierre, Op. Cit., pp. 26, 27

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