miércoles, 15 de abril de 2009

Sexta reseña: 4. La virtualización de la Economía. En : LÉVY, Pierre. ¿Qué es lo virtual? Barcelona: Paidós, 1999. pp. 39 - 55

Pierre Lévy acrecienta en este capítulo la carga semántica de la palabra virtualización.  Ahora, para que podamos entenderla mejor, nos ofrece la palabra sinónima de desterritorialización.  Y para ello, nos recuerda la acotación que había hecho del libro de Michel Serres, Atlas, donde dicho filósofo francés, usando terminología heideggeriana, ilustra el tema de lo virtual como «fuera de ahí»: “La humanidad nunca antes había destinado tantos recursos a no estar ahí, a comer, dormir, vivir fuera de su casa y alejarse de su domicilio”,[1] lo cual es posible gracias a que hoy en día el negocio principal que mueve las finanzas del mundo es el transporte, cuyo combustible parte del petróleo.  Desterritorialización no sólo física, en el sentido de que gracias a los aviones el presidente de Estados Unidos puede, por ejemplo, desayunar en México y cenar en la Casa Blanca, sino también virtual, en el sentido de que cualquier mortal puede estar conversando con una persona en China, desde su casa en Bogotá.  En ese sentido, quiero postular un nuevo sinónimo de virtualización que nos permite comprender mejor esa palabra: las palabras escritas, las palabras orales y el video del bogotano que está chateando con una persona en China, lo representan.  Si bien es cierto, el sigue en Bogotá, su texto virtual, sea éste oral o escrito, y su imagen, lo representan.  De la misma manera que una moneda o un billete, que también son virtuales, representan al oro que está en la reserva del Tesoro Nacional del, en nuestro caso colombiano, Banco de la República.  La moneda de quinientos pesos en sí misma no vale nada, pues está hecha de un metal barato.  El billete de cincuenta mil pesos en sí mismo no vale nada, pues es un papel.  El valor consiste en que representa al equivalente de cincuenta mil pesos en oro, es decir, a unos gramos de oro que están reposando en los depósitos del Banco de la República.  Y en eso consiste el sistema económico actual: no hacemos trueque, intercambiando pedazos de oro por comida, ropa, servicios públicos, etc.  No tenemos que ir por ahí con un bultico de oro, lo cual sería terrible, porque ¿de dónde se sacaría tanto oro, si la mayoría de minas ya han sido explotadas? y ¿qué seguridad podría haber si los/as ladrones nos ven cargando todo ese oro? A pesar de la inseguridad actual, es más fácil conservar nuestros recursos mediante papeles y metales representativos de oro, cargando poco efectivo gracias a la posibilidad de realizar transacciones electrónicas, que cargando un bultico de oro.  Como dice Lévy: “En tanto que objeto virtual, la moneda es más fácil de intercambiar, compartir y poner en común que otras entidades más concretas, como la tierra o los servicios”.[2] Entonces, no hacemos trueque con el oro, sino que intercambiamos representaciones de oro (billetes, monedas, cheques, etc.) por los beneficios que necesitamos y que no necesitamos (lujos, en el caso de quienes pueden dárselos).  Esa representatividad del oro por medio de dinero es la virtualización de la Economía, que surgió al finalizar la Edad Media, pero que hoy en día está en su máxima expresión, gracias al Neoliberalismo y al avance tecnológico que nos permite realizar giros internacionales en pocos minutos. 

Por otra parte, Pierre Lévy también afirma que el conjunto de las actividades que realizamos, depende en la actualidad de las informaciones y los conocimientos, que también son bienes económicos.  Pensemos, por ejemplo, en este blogg.  La redacción del texto se está realizando gracias a Microsoft Word, y la navegación para encontrar la página del blogg y subir en ella este texto, gracias al Explorer del sistema operativo de Microsoft Windows.  Es decir, esta actividad académica y las actividades laborales que realizo, han sido posibilitadas gracias al conocimiento de Bill Gates, quien lo usó como la fuente principal de producción de su riqueza.  Gracias a esto, “ya no es sólo una casta de especialistas, sino la gran masa de los ciudadanos la que está llamada a aprender, transmitir y producir conocimientos de manera cooperativa en su actividad cotidiana”.[3] Sólo que, a diferencia de los útiles materiales, tales como la comida o la ropa, la información en tanto producto económico desterritorializado, no se destruyen cuando son consumidos, como sucede cuando nos comemos un perro caliente, por ejemplo.  Además, ceder tales productos económicos desterritorializados, no significa perderlos, como se ve en el caso de Microsoft.  Y esto posibilita la aparición de una economía de la abundancia, cuyos conceptos, y sobre todo las prácticas, significarían una ruptura profunda respecto al funcionamiento de la Economía clásica, que se basa en el postulado de la escasez de los bienes, postulado que se funda en el carácter destructor del consumo y en la naturaleza exclusiva o privativa de la cesión y la adquisición.[4] Al no ser destructible ni perdible el conocimiento, la Economía clásica tendrá que ser repensada. 

Posteriormente, Pierre Lévy nos ofrece otro concepto sinónimo de virtualización, a saber: “desmaterialización”.  Esto tiene todo que ver con el ejemplo del dinero, que se puso al equiparar virtualización a desterritorialización.  Ya no tenemos que cargar el bultico de oro para todos lados, pues ya no es el oro material lo que importa, sino su representación desterritorializada: una transacción electrónica, un cheque, un billete de cincuenta mil pesos, cuyo precio real en términos de papel y tinta quizás no supere los quinientos pesos.  De la misma manera, el conocimiento se puede transmitir desde un cerebro hasta otro.  Esto implica que no estamos hablando de desmaterialización como inmaterialización, porque esto implicaría que el conocimiento fuera material, es decir, que fuera un objeto, una sustancia.  Estamos hablando, más bien, de desmaterialización como desterritorialización, en el sentido de que el conocimiento es un acontecimiento.  O sea, mientras que un objeto como el oro está ligado al espacio, un acontecimiento como la información está ligada al tiempo, y por eso puede viajar de un sitio a otro en pocos segundos, pues no pesa, como pesa un bulto de oro, sino que se demora… poco. 

De la misma manera, los enunciados no denotan objetos, sino acontecimientos, hechos.  Por eso no encajan en el binomio: material (mesa) / inmaterial (espíritu).  Encajan en el binomio: probable / improbable, en el cual no encajan los objetos.  Y esto nos lleva de nuevo a Kant: los juicios analíticos no nos enseñan nada nuevo: el concepto de triángulo denota que esa figura geométrica tiene tres lados, pero nada más.  Mientras que los juicios sintéticos sí acrecientan el conocimiento, nos enseñan cosas nuevas.  O, como lo expresa mejor Pierre Lévy: “Intuitivamente, percibimos que la información está vinculada a una probabilidad subjetiva de enunciación o de aparición: un hecho enteramente previsible no nos enseña nada, mientras que un acontecimiento sorprendente nos aporta una auténtica información”.[5]

Otra cosa importante se que, cuando hablamos sobre un acontecimiento, cuando nos estamos refiriendo a él, lo estamos virtualizando, en el sentido de que lo estamos desterritorializando, lo estamos independizando de su actualidad (recordemos que lo virtual se opone a lo actual), lo estamos separando de su ligación espacio-temporal.  Y para entender mejor este concepto, quiero citar el siguiente aparte del texto:

¿Por qué el consumo de una información no es destructiva y su posesión no es exclusiva? Porque la información es virtual. Tal y como ya hemos subrayado, uno de los principales caracteres distintivos de la virtualidad es la falta de relación directa con un aquí y ahora particular, y es por esto que puedo entregar un bien virtual, por esencia desterritorializado, sin perderlo. Por otro lado, recordemos que lo virtual se puede asimilar a un problema y lo actual a una solución. La actualización no es, por lo tanto, una destrucción sino, por el contrario, una producción inventiva, un acto de creación. Cuando utilizo la información, es decir cuando la interpreto, la relaciono con otras informaciones para darle sentido o me sirvo de ella para tomar una decisión, la actualizo. Realizo un acto creativo, productivo. El conocimiento, por su parte, es el fruto de un aprendizaje, es decir, el resultado de una virtualización de la experiencia inmediata. En sentido inverso, puede aplicarse o, mejor, actualizarse en situaciones diferentes a las del aprendizaje inicial. Toda puesta en práctica efectiva de un saber es una resolución inventiva de un problema, una pequeña creación.[6]

Esto nos permite contribuir con la reseña del primer capítulo en cuestión, para entender que el binomio: virtual/real tiene que ver sólo con los acontecimientos, con los hechos, con la información, con lo que es desterritorializado, mas no con las cosas, con los objetos.  A estos últimos les corresponde el binomio (posible/real).  Los bienes de consumo destructivo y la apropiación exclusiva son depósitos de posibilidades, de «potenciales». Su consumo (comer el trigo, conducir el coche) equivale a una realización, es decir, a una opción exclusiva e irreversible entre las varias posibles, a un «descenso de potencial».[7]

Entonces, por cuanto las cosas están ligadas a lo espacio-temporal, no pueden virtualizarse ni actualizarse, pues no pueden desterritorializarse, es decir, estar en dos lugares al mismo tiempo. Lo que se virtualiza o actualiza de las cosas es su representación, la cual sí puede viajar por diferentes espacios, estar aquí y en China al mismo tiempo, gracias a las conexiones de transporte virtual que hay en la actualidad.  Y esto aplica para el trabajo, el mercado y la inteligencia colectiva, ítems que Pierre Lévy también explica a la luz de las categorías anteriormente mencionadas. 



[1] LÉVY, Pierre. ¿Qué es lo virtual? Barcelona: Paidós, 1999.  p. 39

[2] Ibid., p. 40

[3] Ibid., p. 42

[4] Ibid., p. 43

[5] Ibid., p. 44

[6] Ibid., p. 45

[7] Ibid., p. 46 “La realización sólo confiere existencia a ciertas posibilidades en detrimento de otras. Los posibles son candidatos y no un ámbito problemático; la realización es una elección o una selección y no una resolución inventada de un problema. El bien virtual plantea un problema, abre un campo de interpretación, de resolución o de actualización, mientras que un entorno de posibles sólo se presta a una única realización. Como potencial de realidad, el bien destructivo y privativo no puede estar, a la vez, aquí y allá, separado del aquí y ahora: está regido por la ley del tercero excluido: o bien... o bien... Si eso no fuera así, se podría realizar de dos maneras diferentes en dos lugares y dos momentos distintos, lo que, por definición, es... imposible. Por lo tanto, las reservas de posibles, los bienes cuyo consumo es una realización, no se pueden separar de su soporte físico”.  Ibid., p. 46

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