En su texto, la autora comienza describiendo la realidad actual. Muestra que estamos en un mundo globalizado, en el cual la información llega de forma inmediata gracias a Internet y los medios de comunicación. En cuanto a estos últimos, dice ella, respaldan los intereses económicos y políticos de las élites. Es decir, lo que las clases dirigentes hacían hace unas décadas sólo mediante los periódicos y la radio, ahora lo hacen mediante los Mass Media y la gran red.
Junto a esto, la autora menciona que hay personas que son muy optimistas respecto a que mediante Internet y las demás TICS se podrá incluir a más gente en la sociedad, así como disminuir las brechas entre ricos y pobres. Pero, adoptando una postura un tanto más crítica, dice que dichas TICS en Latinoamérica están en manos de las élites urbanas. Es decir, las élites urbanas se meten en el mundo globalizado, saben manejar bien las transacciones comerciales a través de Internet, etc., por causa de su formación académica, porque están bien capacitadas. Mientras que en las zonas marginadas de las ciudades y en el campo aún no se ha podido “introducir las modificaciones necesarias en la formación y capacitación de los recursos humanos de las Tics como instrumento de trabajo y como instrumento de desarrollo humano”.
En ilación con lo anterior, la autora señala como brecha digital en América Latina el que en este momento haya crisis de gobernabilidad en nuestros países, causada por las medidas económicas del Neoliberalismo o Capitalismo Financiero Global. O sea, las deudas externas; las crisis en las democracias, tales como la que viven Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba y, por supuesto, Colombia; la corrupción política, etc., no son temas aislados del ingreso de las nuevas tecnologías en nuestra región. Así, a la “superposición de las diferencias o de las polarizaciones económicas y sociales que arrastan los pueblos de siglos atrás”, se le une la brecha digital no tanto abierta pero sí acrecentada por las nuevas tecnologías de las cuales sólo disfrutan en su plenitud las élites urbanas. Cosa que puede comprobarse con facilidad, pues, por ejemplo, una persona en Cazucá tiene acceso a Internet, sabe chatear, sabe usar su correo electrónico, pero no tiene ni idea de todas las ventajas comerciales de las cuales podría disfrutar a través de Internet. Y si supiera de ellas, igual quedaría maniatada, pues no cuenta con una tarjeta de crédito ni con una banda ancha buena que le permita realizar adecuadamente las transacciones. Cosa que sí puede hacer muy bien un ciudadano profesional, que viva en un sector no tan deprimido de la ciudad. Él sí puede comprar y vender por medio de Internet, buscar mejoras en su vida laboral, etc. Como bien lo dice la autora: “El tan conocido acceso universal que no reconoce fronteras y que pone a diferentes estratos sociales en el mismo nivel de participación y ciudadanía no se corresponde con los procesos sociales y económicos de la Región, no sólo por el particular desarrollo de las Tics que avanza según mercados y telecomunicaciones sino por las crisis de autonomía y de identidades que se vienen sucediendo”. Cosa paradójica, pues un buen grupo de gente de las ciudades tiene acceso a las TICS, y varias minorías también, tales como las indígenas, las feministas, etc. Pero, no es algo generalizado como sí se da en Europa o Estados Unidos, sino que responde más bien a lo excepcional.
Entonces, aunque las nuevas tecnologías plantean para América Latina una sociedad distinta que pone como paradigma comunicacional el concepto de red, y aunque abunda la información, tanto la distribución de las TICS como de la información es desigual. Y esto va de la mano con lo que los compañeros y compañeras del curso han venido hablando casi a lo largo de todas las sesiones de Cibercultura: las TICS son muy buenas, facilitan el trabajo, etc., pero lo triste es que no todo el mundo tiene acceso a ella. Factores a los cuales se suma -y esta es ya la crítica personal que también he venido haciendo a lo largo del curso., el hecho de que no todo el mundo está preparado para discernir bien la llegada de las TICS. Así, por ejemplo, los niños y los jóvenes se envician con facilidad a ellas, descuidando los juegos de barrio, los deportes, la vida que está afuera del computador y del Play Station, pues, como dice el profesor Juan Cepeda, los padres de familia no están tomando con seriedad su rol de orientadores, veedores, etc., sino que están dejando la tarea educativa a los profesores de colegio. Entonces, lo malo no son las TICS sino la falta de preparación para asimilarlas adecuadamente en nuestros contextos.
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