De manera penosa debo comenzar esta reseña, diciendo que no entendí el texto. Aparentemente, es fácil de entender, pues carece de profundidad filosófica, y su tesis central es mostrar que las Tics (Tecnologías de la Información y la Comunicación) pueden contribuir a la enseñanza y preservación cultural de, valga la redundancia, las culturas pre-tics, es decir, las culturas que no necesitan de Internet en su modo de ser en el mundo. Es decir, culturas no occidentalizadas.
Ahora bien, el autor menciona su experiencia personal, citando a Goethe, la cual se ha llevado a cabo en países del Cono Sur. Menciona el uso de herramientas de la etnología y la antropología cultural, que realmente no se ven por ningún lado en su análisis, más allá de que traza la ya mencionada diferencia entre culturas pre-tics y las Tics.
También dice que ahora cuenta con comunidades virtuales que giran en torno a un tema de interés, razón por la cual ya no tiene que ir a la biblioteca, sino que todo lo puede consultar a través de Internet. Esto, quizás, es lo que tiene que ver con la educación, en la medida que, de tanto navegar, uno puede, de manera autodidacta, alcanzar conocimientos. Y ese es el caso de los muchachos que se la pasan pegados a los videojuegos, por ejemplo, o navegando en Internet.
En fin, dicho texto me generó una extraña confusión, de no saber si el autor habló con una erudición tan elevada que me impidió comprenderlo, o si realmente se limitó a mostrar su opinión personal, libre de argumentaciones bien elaboradas, sobre lo bonito que le parece contar con las Tecnologías de la Información y la Comunicación. El autor comparte un optimismo semejante al de Pierre Lévy frente a las nuevas tecnologías, pero no le llega ni a los tobillos en la fundamentación argumentativa del filósofo francés. No encontré nada de interés en este texto y, por tanto, no sé qué más decir sobre él.
Así, lo único positivo que encuentro en esta reseña es que, como la anterior, se acomoda a los parámetros establecidos por el profesor Juan Cepeda de hacer textos breves, que apenas enuncien la temática principal de los textos.
Ahora bien, el autor menciona su experiencia personal, citando a Goethe, la cual se ha llevado a cabo en países del Cono Sur. Menciona el uso de herramientas de la etnología y la antropología cultural, que realmente no se ven por ningún lado en su análisis, más allá de que traza la ya mencionada diferencia entre culturas pre-tics y las Tics.
También dice que ahora cuenta con comunidades virtuales que giran en torno a un tema de interés, razón por la cual ya no tiene que ir a la biblioteca, sino que todo lo puede consultar a través de Internet. Esto, quizás, es lo que tiene que ver con la educación, en la medida que, de tanto navegar, uno puede, de manera autodidacta, alcanzar conocimientos. Y ese es el caso de los muchachos que se la pasan pegados a los videojuegos, por ejemplo, o navegando en Internet.
En fin, dicho texto me generó una extraña confusión, de no saber si el autor habló con una erudición tan elevada que me impidió comprenderlo, o si realmente se limitó a mostrar su opinión personal, libre de argumentaciones bien elaboradas, sobre lo bonito que le parece contar con las Tecnologías de la Información y la Comunicación. El autor comparte un optimismo semejante al de Pierre Lévy frente a las nuevas tecnologías, pero no le llega ni a los tobillos en la fundamentación argumentativa del filósofo francés. No encontré nada de interés en este texto y, por tanto, no sé qué más decir sobre él.
Así, lo único positivo que encuentro en esta reseña es que, como la anterior, se acomoda a los parámetros establecidos por el profesor Juan Cepeda de hacer textos breves, que apenas enuncien la temática principal de los textos.
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