¿Qué diferencia hay entre lo real y lo actual? Como diría Husserl, todas las personas tenemos una creencia según la cual consideramos que lo que está afuera de nosotros existe real u objetivamente. Es decir, la realidad es ese conjunto de cosas de las que, pre-filosóficamente, no discutimos su existencia o inexistencia, pues las podemos tocar, ver, oír, etc. Sin embargo, recordemos que Husserl, a la manera de Descaertes, no pensaba que lo real, lo objetivo, es lo que percibimos mediante nuestros cinco sentidos, pues estos nos engañan. Lo objetivo, lo real, se muestra apenas cuando lo ponemos entre paréntesis, a través de la reducción fenomenológica. Por otra parte, lo virtual no es tan fácilmente definible, sobretodo en esta época donde se habla tanto de realidad virtual. Lo bueno de esta última expresión es que de plano descarta la oposición entre real y virtual, ya que no son dos términos mutuamente excluyentes, sino que pueden coexistir al menos en dicho término y en las cosas que éste denota. Entonces, lo virtual tiene que oponerse a otra categoría. Pero antes de examinar lo que nos dice Pierre Lévi al respecto, consideremos el siguiente raciocinio:
Hay maneras diferentes de experimentar lo virtual, que no se limitan al uso de un computador. Por ejemplo, hay personas que, cuando están dando el noticiero, ven solamente los deportes. Son expertas en saber qué equipo ganó, quién hizo el gol, en qué posición van los equipos; pero no tienen ni idea de qué bomba estalló en qué sitio, qué helicóptero aterrizó sobre cuál terraza, qué ley se promulgó, qué dijo el ministro de defensa, etc. Pareciera que vivieran en “otro mundo”. Ahora bien, ¿es esa afición por los deportes, que prácticamente excluye otras aficiones como la afición por la política, una negación de la realidad?, ¿es esa afición por los deportes un escapismo a “la realidad”?, ¿es la política, la economía, el conflicto interno… la “realidad”?, ¿los deportes no son “realidad”?, ¿los deportes son realidad virtual? Así como la realidad virtual es un modo particular de ser, los deportes también lo son. Pero eso no indica que todo lo que sea un modo particular de ser sea realidad virtual. Ni que ciertos modos particulares de ser, como la política o la economía, sean la totalidad de la realidad, y que otros modos particulares de ser no sean la realidad. Todos los modos particulares de ser son parte de la realidad, la conforman. Por supuesto, incluyendo al modo particular de ser de la realidad virtual. Como lo dice Pierre Lévi: “El libro de Michel Serres, Atlas, ilustra el tema de lo virtual como «fuera de ahí». La imaginación, la memoria, el conocimiento y la religión son vectores de virtualización que nos han hecho abandonar el «ahí» mucho antes que la informatización y las redes digitales”.[1]
El anterior raciocinio nos sirve para mostrar que no es tan clara la concepción acerca de lo virtual. Pareciera que, según tal raciocinio, lo virtual es aquella parte de la realidad que nos impide ponerle atención a las cosas “realmente importantes” de dicha realidad. En todo caso, lo virtual haría parte de lo real. Y esto que se acaba de decir nos sirve para dos cosas: 1) nos muestra que lo virtual sí puede, como ya se había dicho, compaginar con la realidad, en tanto que hace parte de ella. 2) Nos muestra lo ilógico de pensar que hay cosas de la realidad más importantes que otras, pues ¿quién determina qué es lo importante y lo que no, sino quienes tienen el poder y nos dominan?
Ahora bien, para revisar qué es, entonces, lo virtual, comencemos mirando la tesis central del artículo que se está reseñando, tesis que se puede encontrar ya en la introducción del libro, cuando Pierre Lévi dice lo siguiente: “¿Cuál es entonces la ambición de la presente obra? Es muy simple: no me he contentado con definir lo virtual como un modo particular de ser, sino que también he querido analizar e ilustrar un proceso de transformación de un modo a otro de ser. En efecto, este libro estudia la virtualización que remonta desde lo real o lo actual hacia lo virtual. La tradición filosófica, hasta los más recientes trabajos, analiza el paso de lo posible a lo real y de lo real a lo actual. Ningún estudio, que yo sepa, ha analizado todavía la transformación inversa, en dirección de lo virtual” (énfasis agregado).[2]
En primer lugar, observemos que para Lévi lo virtual tiene dos connotaciones: 1) es un modo particular de ser: “En la filosofía escolástica, lo virtual es aquello que existe en potencia pero no en acto. Lo virtual tiende a actualizarse, aunque no se concretiza de un modo efectivo o formal. El árbol está virtüalmente presente en la semilla. Con todo rigor filosófico, lo virtual no se opone a lo real sino a lo actual: virtualidad y actualidad sólo son dos maneras de ser diferentes”.[3] Y 2) también tiene un sentido dinámico:
Pero ¿qué es la virtualización? No nos referimos a lo virtual como manera de ser, sino a la virtualización como dinámica. La virtualización puede definirse como el movimiento inverso a la actualización. Consiste en el paso de lo actual a lo virtual, en una «elevación a la potencia» de la entidad considerada. La virtualización no es una desrealización (la transformación de una realidad en un conjunto de posibles), sino una mutación de identidad, un desplazamiento del centro de gravedad ontológico del objeto considerado: en lugar de definirse principalmente por su actualidad (una «solución»), la entidad encuentra así su consistencia esencial en un campo problemático. Virtualizar una entidad cualquiera consiste en descubrir la cuestión general a la que se refiere, en mular la entidad en dirección a este interrogante y en redefinir la actualidad de partida como respuesta a una cuestión particular. Tomemos el caso, muy contemporáneo, de la «virtualización» de una empresa. La organización clásica reúne a sus empleados en el mismo edificio o en un conjunto de establecimientos. Cada uno de los empleados ocupa un puesto de trabajo situado en un lugar preciso y su empleo del tiempo define su horario de trabajo. Una empresa virtual, por el contrario, hace un uso masivo del teletrabajo, tendiendo a reemplazar la presencia física de sus empleados en los mismos locales por la participación en una red de comunicación electrónica y a usar recursos informáticos que favorecen la cooperación. En consecuencia, la virtualización de la empresa, más que una solución estable, consiste más en hacer de las coordenadas espacio-temporales del trabajo un problema siempre planteado que en una solución estable.[4]
Así, podemos entender más claramente tal oposición:
Actualización: invención de una solución exigida por una problemática compleja.
Vs.
Virtualización: Consiste en el paso de lo actual a lo virtual, en una «elevación a la potencia» de la entidad considerada.
Es así como podemos volver al inicio, a esa conjunción de lo virtual con lo real, mencionando un pasaje del texto que ya se había citado: “La virtualización no es una desrealización (la transformación de una realidad en un conjunto de posibles), sino una mutación de identidad, un desplazamiento del centro de gravedad ontológico del objeto considerado: en lugar de definirse principalmente por su actualidad (una «solución»), la entidad encuentra así su consistencia esencial en un campo problemático. Virtualizar una entidad cualquiera consiste en descubrir la cuestión general a la que se refiere, en mular la entidad en dirección a este interrogante y en redefinir la actualidad de partida como respuesta a una cuestión particular”.[5]
Finalmente, es interesante ver cómo Pirre Lévi, acudiendo a Michel Serres, muestra que lo virtual, a menudo, «no está ahí», según la categoría heideggeriana de Da-sein. Si estoy chateando, por ejemplo, con mi amiga, realmente no estamos ahí, pero virtualmente sí lo estamos. Somos dos seres ahí, reales, pero distanciados. Y en esa distancia nos une una comunicación virtual. Pero lo que yo digo, lo digo realmente. Y lo que ella me responde, también es real. Así queda claro que lo virtual no es irreal, sino que es una parte de la realidad, pero no de la realidad concreta. Cuando la realidad concreta no puede hacerse patente por sí sola a causa de la distancia, se nos presenta la realidad virtual. Mi amiga está realmente del otro lado, pero se me presenta concretamente, sino que se me muestra de manera virtual. Lo mismo sucede cuando escucho una grabación de algún discurso de mi abuelo, o de Gaitán o de Martin Luther King: la voz es real, las palabras que dijeron son reales, pero ellos ya no están aquí, están del otro lado. No se me presentan concretamente, pero su voz me sigue hablando de manera virtual. Obviamente, esto ya no es comunicación de tú a tú. Es más bien, un monólogo, según el cual yo, en tanto que estoy vivo, decido si acato o no lo que tales personajes me están diciendo. En todo caso, los discursos, aunque los pronuncien los seres vivos, son, por lo general, monólogos.
Así nos aproximamos un poco al concepto de lo virtual.
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