Ahora bien, tal sugerencia, de emplear las herramientas de la web, es un arma de doble filo. A las personas que aprendieron a investigar en la vieja escuela, a punta de visitas en la biblioteca para realizar arduas lecturas, y que tuvieron que gastar muchas horas, tratando de mecanografiar un buen texto, la web puede resultar ser una maravilla. Para estas personas la web puede llegar a ser la herramienta ideal, que realmente va a permitirles hacer investigaciones serias en menos tiempo. Pero, ¿nuestros/as niños/as, aquellos que están aprendiendo en la nueva escuela, lograrán ver a la web como una herramienta? Puesto que ellos/as no se acercan a la web como una opción más, diferente de la biblioteca, sino que están inmersos en la web, ésta es su cultura, y la biblioteca es una especie de museo arqueológico al cual prefieren no ir, ¿aprovecharán ellos/as dichas herramientas de la web?
En mi opinión, como lo mostraré en la siguiente reseña, los niños y las niñas, incluso los jóvenes de pregrado, al no tener todo ese trasfondo de la escuela vieja, al no haber aprendido a investigar con el rigor con el cual se investigaba antes, no podrán desarrollar otras capacidades que copiar y pegar textos bajados de monografías.com o wikipedia.
Segunda reseña: el autor nos muestra cómo la cibernética ha radicado en el estudio del control y comunicación tanto en máquinas como en seres vivos. Así como los dispositivos de dirección de los barcos son precisamente de las primeras modalidades de mecanismos de control: timonel, la cibernética se trata de lograr controlar, mediante realidades virtuales, los hilos de la sociedad humana. De ahí que la principal definición de cibernética dada en el texto rece así: “me vi obligado a inventarla. De ahí: cibernética, que derivé de la voz griega kubernetes o timonel, de la misma raíz de la cual los pueblos de Occidente han formado gobierno y sus derivados. Por otra parte, encontré más tarde que la voz había sido usada ya por Ampère, aplicada a la política, e introducida en otro sentido por un hombre de ciencia polaco” (énfasis agregado).[1]
Pero, antes de retormar el tema del control mediante la Cibernética, hablemos un poco de ella. Resulta que Heidegger afirmaba que para indagar sobre el sentido del ser, había que investigar al ente. Pero no a un ente cualquiera, porque el ser de un ente cualquiera tiene que ver con su utilidad, con el servicio que le pueda prestar a un ser humano. Así, por ejemplo, el ser del martillo es que éste sirve para martillar, ser entendido en términos de utilidad, que lo diferencia de, por ejemplo, el destornillador. Entonces, no es en las cosas que están a la mano, que le sirven al hombre, que debemos preguntar por el sentido del ser, sino en ese ente que se da cuenta que tiene ser, cuyo ser no se expresa en términos de utilidad. Es en el ente conocido como ser humano, nosotros/as mismos/as, donde se debe realizar la investigación por el sentido del ser. Por eso, Ser y tiempo, libro que relacionará al sentido del ser con la temporalidad, es el desarrollo de una analítica existenciaria, del análisis del Ser-ahí. En nosotros/as mismos/as está la respuesta a la cuestión del ser.
De manera similar, para la Cibernética era importante encontrar, por decirlo así, el ser que constituye a los entes, es decir, esa chispa de vida que los hace moverse. Pero, ya que las cosas, los entes cualquiera, no tienen alma, pues su ser consiste en su utilidad, como ya se dijo, la Cibernética habría de indagar por el sentido de la vitalidad, como lo hiciera Heidegger respecto al sentido del ser, en el ser humano. “¿Cómo el ser vivo ejerce control sobre su organismo y, particularmente, cómo lo hace el ser humano?, es decir, ¿cómo conocer todos los secretos de la fisiología de los seres vivos y especialmente de los seres humanos?, ¿y los de la sociedad?”.[2] Por eso, la cibernética se centrará en el estudio del cerebro humano -sobretodo porque es éste el que le permite comunicarse de manera inteligente-, para tratar de lograr que las máquinas lo imiten.
El lenguaje es la casa del ser, decía Heidegger en su Carta sobre el Humanismo. Y, en ilación con esto, el autor, Juan Cepeda H., nos muestra en su texto que nuestro cerebro está predeterminado para el lenguaje, esencia de nuestro sistema humano de comunicaciones, así como nos muestra que nuestro cerebro tiene tres niveles de lenguaje que son, a su vez, tres aspectos de la comunicación: nivel fonético (oído interno / sonido), nivel semántico (ciertos grupos de neuronas, fondo internuncial / idea) y nivel de comportamiento (conducta, acciones del individuo). El ser humano depende del lenguaje, para construir y habitar la sociedad, necesita comunicarse a través del lenguaje. “La transmisión de mensajes como el fin propio de las comunicaciones, pero haciendo la aclaración de que «la transmisión corporal de materia y mensajes es sólo un mismo camino imaginable de alcanzar ese fin». ¿Cómo llega Wiener a semejante propuesta? Considerando la hipótesis según la cual el organismo mismo es efectivamente mensaje”.[3] Comunicación que, a la manera de Heráclito, gran inspirador de Heidegger, se da, entre otras cosas, porque nosotros, como todo lo demás, fluimos: “La estructura que conserva la homeostasis es la piedra de toque de nuestra identidad personal. Nuestros tejidos cambian, mientras vivimos: el alimento que ingerimos y el aire que respiramos se convierten en carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre; los componentes momentáneos de nuestro cuerpo escapan diariamente mediante las excreciones. Somos sólo remolinos de un río de agua perennemente corriente. No somos una materia que permanece, sino organizaciones que se perpetúan”.[4]
Así, entonces, el texto de Juan Cepeda H. en su conjunto, es una reseña histórica de la Cibernética, que va desde la invención del timonel, pasando por la de la máquina de Leibniz para multiplicar y por la del telégrafo, hasta llegar a la Internet y los celulares. Historia que se resume en, palabras más, palabras menos, que la Cibernética ha tratado de lograr lo que plantean las películas como Terminator: los seres humanos han venido inventando máquinas, las cuales son cada vez más complejas y completas, más tecnológicas, de tal manera que se logró inventar una máquina que, sin ser auténticamente humana, imita en todo al ser humano.
En un primer momento, el invento no era tan bueno, en la medida que se podía diferenciar perfectamente entre un ser humano y una máquina de esas.
Pero en un segundo momento, la apariencia humana de las máquinas fue casi perfecta, por cuanto sangraban, sudaban, tenían mal aliento y se movían como seres humanos. Incluso su mente robótica, carente de sentimientos, parecía ser totalmente humana en su forma de razonar. Sólo los perros, por su olfato, podían identificar que esas máquinas no eran seres humanos.
Máquinas pensantes que quisieron dominar, esclavizar, al hombre que las creó. Temática que se manifiesta no sólo en Terminator, sino también en películas más recientes como Matrix, en la cual se muestra cómo en un principio los seres humanos crearon máquinas para servirse de ellas, pero luego las máquinas se hicieron poderosas y llevaron al ser humano a la condición de ser simplemente una batería para darles energía.
Ahora ellas se sirven del ser humano. Crítica en la cual coincidió la Escuela de Frankfurt respecto de la técnica: la hicimos para servirnos de ella, pero ahora el ser humano está al servicio de la técnica. Crítica que acogió Heidegger. Guerra de las máquinas contra los seres humanos que las máquinas están ganando. Niños y niñas que ya no van al parque porque están sometidos a un videojuego que les exige superar y superar niveles, hasta alcanzar el nivel superior y, entonces, reiniciar el proceso en otro videojuego o en la versión mejorada del mismo: Halo 1, Halo 2... Jóvenes pálidos/as, sin músculos, jorobados, con brazos delgados y dedos alargados, que no han recibido la vitamina C del sol, porque no salen de su cueva cibernética.
Como en Matrix, las máquinas les han chupado la energía. Jóvenes que ya no tertulian cara a cara, sobre los problemas fundamentales de la adolescencia, de la vida, sino que chatean con cinco o más personas al mismo tiempo, llevando a cabo charlas que no tienen profundidad, y descuidando las relaciones sociales con su entorno inmediato: papá, mamá, hermanos/as, amigos/as cercanos/as. Ahora se tiene más confianza y “cercanía” con una persona que jamás se ha visto en carne y hueso, que vive al otro lado del mundo, que con la propia madre.
Danza de espectros, como diría Derrida. Virtualidad = fantasmagorización de la vida. Hablamos, como en una época mágica, con fantasmas, aunque ya no necesitamos de un médium espiritual, porque ahora lo hacemos a través de un aparato. Pero, como en aquella época mágica, ahora le ponemos más cuidado a ese mundo fantasmagórico que al mundo real. La guerra contra la técnica, contra las máquinas, la estamos perdiendo.
Ya no habitamos la cultura, como diría Danilo Cruz Vélez, sino que habitamos la Cibercultura. Homo cybersapiens, hombre que ha descuidado la labranza de la tierra, actividad de la cual se produjo la palabra “cultura”. La Cibercultura podría habernos hecho cultos/as, porque podría habernos permitido cultivar nuestros saberes de una forma más rápida y eficaz por causa de la lúdica y didáctica de los medios audiovisuales. Hubiera sido lo mejor, si todos y todas pertenecieran, como se dijo en la primera reseña, a la escuela vieja de investigación, a esa que sabía articular los conocimientos en un sistema de pensamiento crítico. La Cibercultura hubiera sido lo mejor si estuviéramos en una sociedad pensante, crítica, con jóvenes lectores/as que disciernen la realidad. Pero, en la práctica, la Cibercultura nos está quitando toda capacidad de cultivo. Hacemos lo que quienes están detrás de la Cibernética quieren que hagamos. Pensamos, como diría Gadamer, lo que los dueños de los medios de comunicación quieren que pensemos, para que interpretemos la realidad como ellos quieren que la interpretemos. ¿Qué capacidad crítica tiene un joven que dedica sus tardes a jugar Halo y más tarde a chatear?, ¿qué clase de cultivo es ese?
En ese sentido, considero que el autor del texto tiene un optimismo muy grande en la Cibercultura. Yo, por mi parte, me inscribo en el pesimismo propio de la posguerra. El Positivismo del Siglo XIX, junto con el auge desmedido de las ciencias, nos ofreció el ideal de libertad y paz, las cuales alcanzaríamos por medio de la técnica. Dominaríamos las leyes de la naturaleza, venceríamos toda enfermedad, incluso acabaríamos con la muerte, encontrando en los avances científicos la buscada fuente de la eterna juventud. Pero, en contraste, el producto de esos ideales fue lo opuesto a la paz y a la libertad: la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
Y es eso mismo lo pienso que está pasando con la Cibercultura. Por medio de la Cibernética, se dice, podremos adquirir mejor el conocimiento, lograr más fácilmente la realización de nuestro ser latinoamericano. Pero yo creo que, por medio de la Cibernética, otros, los dominadores de siempre, están quitándonos nuestros últimos vestigios de originalidad, la posibilidad de ser auténticamente latinoamericanos/as. Se nos está imponiendo ese sistema globalizado de vida, que no respeta fronteras, culturas, pensamientos. Se nos obliga a ser pro-imperialistas, pro-tecnoligistas, pro-… Se nos manda a no pensar, a no criticar, a comer callados/as, a no levantar una voz ni contra el emperador ni contra nuestro presidente, que le sirve. Si antes, en los setenta, era difícil una revolución para los/as marxistas, ahora es casi imposible que logremos motivar a los/as latinoamericanos/as de las nuevas generaciones a que no quieran ser como gringos/as, a que rescaten sus propias raíces culturales. Porque, aunque se inviertan muchos millones en presentar de forma bonita nuestras raíces culturales a través de Internet, aunque se paguen montones de dólares en el barco que viaja por el río Magdalena, esparciendo Cibercultura, siempre seguirá ganando la guerra aquel que tiene el control del timonel, el que tiene “la sartén por el mango”, el que ofrece el videojuego que es más llamativo, que presenta una cultura más liviana y llevadera (light) que la nuestra, que se ve más interesante, justamente, por cuanto no hay que esforzarse mentalmente, pues todo está ya dado. Cultura consumista estadounidense que se nos ha venido imponiendo, no sólo con la venta desproporcionada de lavadoras, microondas, entre otros artefactos que nos hacen la vida algo más fácil, inmediatista, sino también ahora con artefactos que nos ofrecen tesis, trabajos escritos, etc., ya realizados, y que le quitan a nuestras generaciones jóvenes la posibilidad de aprender por sí mismos/as, de pensar críticamente.
Desde la invención del timonel hasta nuestros días, ha habido personas que han tratado de manipular los barcos de las sociedades. Hoy en día, la Internet y los demás medios audiovisuales de comunicación son timoneles mediante los cuales los dominadores conducen a nuestras jóvenes generaciones según su voluntad. ¿Cómo lograr revertir esta situación, en tanto que filósofos/as latinoamericanos/as, que no “tragamos entero”, que luchamos para que no manejen nuestra vida, para que nos dejen pensar según nuestro propio criterio?, ¿cómo motivar a nuestras jóvenes generaciones a no dejarse “meter los dedos en la boca”?, ¿cómo trocar esa victoria que están logrando las máquinas y la técnica sobre nuestras jóvenes generaciones, para que éstas lleguen a ver a la Cibernética como una herramienta nada más, mas no el todo, la realización plena de la vida? Queda planteado así el desafío, el debate para la próxima clase.
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